1 CARRERONS A LA MEDINA DE FES
Callejones en la Medina de Fez

Me había perdido por los callejones de la medina de Fez. Iba de turista y me había perdido, desgajado del grupo principal en un momento tonto en el que me distraje, o me distrajeron, mejor dicho, ciertos vendedores que pretendían endosarme el típico souvenir, ¿cerámica tal vez?, ¿una alfombra?, ¿bisutería barata y de relumbrón?, ¿cuero repujado?

La verdad es que lo he olvidado ya, pero había algo que me ofrecían, entre sonrisas y manoteos, aquel surtido de anchas caras curtidas por el sol, con sus barbas negras o entrecanas, sus ojos penetrantes, oscuros también, trazo de sol y sombra entre las chilabas pardas y esos turbantes blancuzcos hábilmente enroscados en torno a las afeitadas cabezas.

Cuando pude librarme de ellos y alzar la mirada buscando a mis compañeros de viaje, no estaban, se habían esfumado y yo, momentáneamente solo, ya que aquellos vendedores terminaron por abandonarme en busca de presas menos difíciles, comprendí que sin el grupo, que lideraba con desigual fortuna el bueno de Alí, el guía, me hallaba perdido, perdido en medio de la muchedumbre que pululaba por la Medina... ¡Tiene gracia!, ¿no?, es lo mismo que naufragar y morirse de sed rodeado de agua.

Eché una rápida ojeada a mi reloj de pulsera; a las 11 nos teníamos que reunir todos junto a los autocares en...¿dónde?... Un dédalo de callejuelas que conducían las unas a las otras por el entramado de la medina, gente y más gente, paredes venerables, puertas, ventanas cubiertas por descoloridas persianas, más turistas, los vendedores persiguiéndoles, las bocas de los pequeños cafetines bostezando una clientela indígena que, indolente, permanecía sentada viendo pasar el tiempo y con él, al rebaño humano, tales eran mis referencias, el hilo de Ariadna o el reguero de migas de pan que podrían hacerme salir del laberinto, del corazón del bosque, de mi angustia creciente, de unos miedos infantiles que ya creía haber superado...

Perdido en la medina de Fez como un idiota, (porque idiota es el individuo que se obstina en encontrar por si mismo la salida de un camino que desconoce), sin saber el idioma autóctono, hablando un inglés de academia y un francés de manual, que de nada iban a servirme con otros viajeros tan ignorantes como yo.

¿Y qué podía decirles a los nativos?:

-Yo extraviado...

-Busco autocar, el mío...

-Hotel, mi hotel es...

¿Y eso bastaría, sabrían, o querrían entender lo que les estaba diciendo?... Seguro que responderían en su castellano chapurreado:

-... ¿tu compras, señor?...

-...brazalete bonito, bonito, de plata...

-... alfombra de Persia...

-... tabaquera de cuero...

-... ¡mira, mira, señor, buen trabajo, y barato, muy barato!...

-... ¡dos mil pesetas, ¿caro?: mil!...¿No?...¡Quinientas y te lo quedas!...¿No?... ¡Cien!... ¿No?... ¡¡Cincuenta y tuyo es!!...

Última oferta: cincuenta y tuyo es, adjudicado como en una subasta, y yo, sin comerlo ni beberlo, sin haber propiciado nunca el juego del regateo, cargando con otra chuchería más, de esas que abarrotan el equipaje de regreso de cualquier viajero, con tal de que alguien me pudiese guiar hasta los autocares, el auténtico oasis salvador del turista...

Eso, si hubiera tenido la presencia de ánimo necesaria, para entablar un diálogo coherente con alguno de los gesticulantes vendedores. Mas, ¿quién se arriesgaba a pedir ayuda en la hora punta de un mercado al aire libre cuando tus interlocutores lo único que desean es que compres y pagues, no que les distraigas de su quehacer?

Me metí por una callejuela, desemboqué en otro callejón, y en otro y en otro y en otro, más callejuelas, más callejuelas, ¿o son las mismas, como en el tío vivo, que vas girando y girando sin moverte del sitio?, y la muchedumbre, mi eterna compañera, manantial que no cesa, engulléndome de continuo y el ruido, la algarabía de las voces, de los gritos, el calor, los olores mezclados, fuertes, agradables, picantes, desagradables, pútridos, todo revuelto, envolvente, agobiante...

Una nueva calleja, esta vez fresca, semi oscura, estrecha, milagrosamente vacía, ¿o era una ilusión óptica? Al fondo la salida, como un inmenso dintel sin puerta, que daba a un túnel de luz... Sí, pensé alterado, me he muerto, y ahí está el camino luminoso que conduce al descanso eterno... Pero no, no era el fin, al menos ese fin,; una silueta oscura se perfilaba escapando de la cegadora claridad, un hombre, un turista igual que yo, ¿o era yo mismo y la luz un espejo, y me estaba viendo desdoblado como un nuevo William Wilson, el hombre que se persigue a si mismo?... Si las calles empezaban a estar vacías y de la luz surgían sombras pálidas, espectros tan perdidos como yo, ¿quería eso decir que había entrado en un laberinto sin final, que envejecería dando vueltas y más vueltas por los callejones de la Medina, y que cuando saliera, como en un cuento oriental, mi mundo ya no existiría porque habría desaparecido convertido en polvo, en ruinas, y sus habitantes serían otros y su historia otra, y yo sólo un recuerdo del pasado que se desharía al contacto con aquella nueva, lejana, distante, realidad?

Me estoy volviendo loco, pensé, faltan dos minutos para las 11 de la mañana y me he vuelto loco de atar porque me he perdido, hace unas horas estaba desayunando en el comedor del hotel, dentro de un mundo lógico de manteles de hilo, croissants, té o café, tarrinas metalizadas llenas de mantequilla unas y las otras de mermelada, y ahora me encuentro perdido dando tumbos por callejones que recuerdan esas cajas chinas que vas abriendo, abriendo, abriendo y siempre queda una, más pequeña, más pequeña, más pequeña, por destapar.

Las 11 en punto. Mis compañeros deben encontrarse agrupados entorno a los autocares, y ahora, en este momento, Alí preguntará: ¿están todos?, ¿no falta ninguno? Y hará el recuento y verá que no estoy...

¿Lo comprobará realmente, estaré yo apuntado en su lista?... Las paredes que me rodean parecen volverse cóncavas, manos que se ahuecan curvando los dedos, y yo en el fondo, prisionero igual que un pájaro...

¡Que absurdo, me encuentro perdido en la medina de Fez, condenado a vagar sin rumbo, eternamente, personaje de un cuadro pintado, esa ventana enmarcada que se abre ante los ojos curiosos de los visitantes de cualquier exposición!...

Ahí estoy, y estaré, cada vez que me contemples, silueta entrevista apenas, pugnando por escapar de la luz....

22.3.2000

 

2 TORRES DEL MONESTIR I XEMENEIES
Torres del Monasterio y chimeneas