«-Soy el Delfín. ¿es que ya me habías olvidado? ¡Pues vaya, soy el primero de los tres cuentos, el único que terminas y ya no te acuerdas de mí, muy bonito, tenga usted autores para esto!»

¡El delfín!... ¿Cómo pude haber llegado a olvidarle?

«-¿Recuerdas en que sitio me dejaste metido?, pues a ver si me sacas de una vez... Eso es lo que tenéis todos los escritores, llegáis al final de la historia, colocáis la palabra fin y ya lo dais por concluido, igual que el que hace una foto, pero después de la foto la gente se mueve y después de la palabra fin siguen pasando cosas, ¿o es que no lo sabías?... ¡Y ya estoy harto de encontrarme en un lugar tan incómodo!... ¡Oh, no, si el desenlace te quedó precioso, muy bonito y sentimental, lo malo es que yo permanezco aquí todavía como un memo, lo mismo que esos genios, encerrados en la botella que tienen que esperar a que pasen mil años y alguien descorche el tapón!... ¡Deja estar al astronauta y a la princesa, ellos no tienen problemas, al menos tan apremiantes como el mío!... ¿Por qué no te decides y me echas una mano, que ya va siendo hora?...»

¡Pobre delfín, no le faltaba razón, en efecto.

Fue mi primer cuento para el concurso y luego lo deseché al considerarlo inadecuado...

«-¡Es lo que no entiendo, os ponéis a escribir y cuando acabáis comienzan los reparos, que si no me gusta, que si peca de flojo, que si no es exactamente la idea que yo había tenido!... ¿Se puede saber cuales son los defectos de mi cuento?... ¡No, no me digas nada, deja que lo adivine!... ¡Demasiado triste, ¿a que sí?!... No está mal pero es demasiado triste, ¿y a que niño le gustan los cuentos que encogen el ánimo y dejan mustio?...

-Perdona que te interrumpa. En la historia de la literatura infantil existen a cientos los cuentos tristes e incluso dramáticos para gloria del género, verbigracia: LA SIRENITA, LAS ZAPATILLAS ROJAS, EL PATITO FEO, LA PEQUEÑA VENDEDORA DE CERILLAS, PULGARCITO y BARBA AZUL, entre otros...

-¡No te piques, que todos los escritores os picáis por nada en cuanto se hace la menor crítica!... PULGARCITO y BARBA AZUL son dos antiguallas y en lo que respecta al PATITO FEO y compañía, bueno, tendrás que reconocer que tú no eres precisamente Andersen que digamos...

-¡Ya sé que no soy Andersen, pero también tengo derecho a escribir cuentos tristes si me apetece!

-Y con moraleja, ¿no?

-Lo que a mí se me ocurra no es de tu incumbencia!