ARTHUR CONAN DOYLE ACUSADO DE ASESINATO
©2005-Estrella Cardona Gamio

Sala de estar

La noticia saltó a la prensa hace unos años y yo hice en su momento el debido comentario no mostrándome de acuerdo con la teoría que acusa a Conan Doyle de adultero y asesino, además de plagiario.

Semejante hipótesis la sostiene respaldado por un libro de 446 páginas que se titula La casa de los Baskerville, el escritor y ex psicólogo Rodger Garrick-Steele, quien después de haber estado investigando en el supuesto crimen once años, ayudado en sus pesquisas por el científico y ex policía Paul Spiring, publicará en breve la citada obra, una vez haber exhumado del cementerio los restos de Bertram Fletcher Robinson, abogado, periodista y escritor, amigo personal de Conan Doyle, y a quienes estos señores creen víctima de Arthur Conan Doyle, al asegurar que éste, convertido en el amante de su esposa Gladys, no tuvo manías a la hora de inducir a esta dama al envenenamiento de su marido, el verdadero autor de El perro de los Baskerville, al cual Conan Doyle pretendidamente usurpara la autoría de la obra, y que luego, celoso del éxito que la novela obtuvo, pretendió borrar de la faz de la tierra a quien podía desvelar el secreto.

Según ellos el asesinato se efectuó con láudano cuyos síntomas son iguales a los de las fiebres tifoideas que fueron las que oficialmente se llevaron a la tumba a Fletcher Robinson.

Este argumento, como novela de intriga no está mal, pero como formal acusación enlodando el buen nombre y la memoria del novelista escocés, resulta inadmisible, y voy a explicar el por qué basándome en simples y fehacientes evidencias a las que estos dos señores, Garrick-Steele y Spiring, no les dan la debida importancia.

Si Fletcher Robinson falleció seis años después de la publicación de El perro de los Baskerville, ¿no es mucho tiempo transcurrido, para que, de repente, a Conan Doyle se le ocurra asesinar a su amigo, cuando ha tenido años sobrados para eliminar a Fletcher Robinson?

Hay otro detalle al cual los investigadores apenas conceden importancia, y es éste: la primera edición de El perro de los Baskerville salió con una dedicatoria de Conan Doyle a su amigo Fletcher Robinson en la que le daba las gracias por haberle inspirado la obra, e incluso quiso que los nombres de los dos salieran juntos en la novela, sugerencia que el editor rechazó por no considerarla oportuna.

Y ahora añado yo varios detalles más de mi cosecha particular, ya que soy una estudiosa de la vida y obra de Arthur Conan Doyle: en El mundo perdido, novela de Conan Doyle -primera de este título-, sale una joven de nombre Gladys Hungerton a quien el escritor retrata y ridiculiza con mucha ironía, y habida cuenta de que esta novela se escribió en 1912, es de suponer que la viuda de Fletcher Robinson, no se iba a quedar con la boca cerrada al ver usado su nombre de una manera tan burlesca que hubiera podido ser francamente provocadora –y en el supuesto de que esta señora hubiera fallecido ya, eso no vendría a indicar otra cosa que el juicio que le merecía la viuda al escritor-.

Fletcher Robinson murio en 1907 y Conan Doyle enviudó de su primera esposa, muerta de tuberculosis, en julio de 1906, casándose 14 meses después con Jean Leckie.

De haber sido amante de Gladys, la viuda de su amigo, ¿hubiera ésta aceptado de buen grado ese matrimonio? Claro que se puede argüir que si la interesada se abstuvo de pronunciarse al respecto lo pudo hacer para no levantar sospechas, pero, ¿se tiene en cuenta el que una mujer despechada es capaz de llegar a todo con tal de vengarse de del hombre que la posterga?. Por ejemplo,¿por qué una vez muerto su marido, no acabó amargándole la vida a sir Arthur con pretensiones chantajistas?

Al parecer la dama no podía tener hijos lo que le ocasionó un trauma personal terrible que devino en obsesión morbosa; ¿no puede una mujer desquiciada llegar a cobrarle odio al marido y posteriormente envenenarle, caso de que los restos delaten la presencia de láudano?

Como por acusar que no quede, se aduce ahora que Conan Doyle “dando muestras de una gran dureza de corazón”, firmó sin temblarle el pulso la orden de internamiento de su padre en un manicomio, pero Garrick-Steele y Paul Spiring, olvidan que esta orden sólo podía firmarla la madre del novelista, entonces éste demasiado joven para asumir semejante papel, por otra parte, ellos dicen que el padre de Conan Doyle fue internado como loco cuando estaba cuerdo, sin tener en cuenta que mister Doyle era alcohólico, y que aún hoy en día se confunden las manifestaciones desmesuradas de muchos alcohólicos con la locura y por locura se tratan, como sucedió en el caso de Van Gogh, que no estaba loco pero sí tenía el cerebro destrozado por el alcohol.

Finalmente, y para mí la prueba definitiva de que Arthur Conan Doyle no fue nunca un asesino, es la siguiente: Conan Doyle era espiritista –inclinación ya mostrada en su juventud y que luego se reforzaría con la muerte de su hijo mayor Kinsley, su madre y su hermano-, y una persona que cree en el mundo de los espíritus no va a cometer un asesinato para cargar toda la vida con la sombra de un alma en pena recriminándole en plan fantasma del padre de Hamlet; es ilógico.

Las palabras de Arthur Conan Doyle en trance de muerte fueron que partía “hacia la gran y más gloriosa aventura de todas”, y una persona que haya cometido un delito como el que se le imputa tan irresponsablemente, no puede hablar de esa forma.

Es muy lamentable que a los 75 años del fallecimiento de Conan Doyle se le acuse de asesinato, cuando, por razones obvias, no pueda éste llevar a cabo su propia defensa.




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