Zenobia Camprubí Aymar

Zenobia Camprubí Aymar nació el 31 de agosto de 1887 en la localidad costera catalana de Malgrat de Mar, hija de Raimundo Camprubí, ingeniero de caminos, canales y puertos, oriundo de Pamplona, perteneciente a una familia de militares catalanes, y de Isabel Aymar Lucca de padre norteamericano y madre de ricos ascendentes corsos, afincados en Puerto Rico.

Cuando Zenobia vino al mundo ya tenía dos hermanos, Augusto y José, y siguiendo las costumbres imperantes en la época ella fue educada por tutores aunque su madre y su abuela, mujeres muy cultas, se ocuparan también activamente de su instrucción en la primera infancia, que, por cierto, fue enfermiza.

Tal vez por el hecho de que la familia fuese cosmopolita, la infancia de Zenobia lo fue asimismo, viviendo a caballo entre EEUU, y España, en Barcelona concretamente, y Valencia más tarde adonde su padre fuera destinado. Esto último sucedió en  1902 y la estancia duró hasta cuando regresa con su madre a Estados Unidos, residiendo cinco años entre Nueva York y Washington, ciudad en donde conocerá a un amigo de su hermano José llamado Harry Shattuck, abogado de profesión que se enamora de ella y le hace la corte discretamente deseando casarse con la muchacha más adelante, sin embargo en esta respetuosa espera pierde sus oportunidades ya que Zenobia conocerá a Juan Ramón Jiménez más adelante sellándose con esto su destino.

Cosa la cual no impedirá que Harry Shattuck, quien nunca contrajera matrimonio, se convierta en amigo de la pareja y posteriormente en su albacea.

Pero antes de que lleguen a cristalizar todos estos acontecimientos, en 1908, Zenobia estudia en la Universidad de Columbia, destacando por su inteligencia.

Con anterioridad Zenobia se había estrenado como escritora publicando en la revista juvenil de Nueva York St. Nicholas, relatos cortos originariamente escritos en inglés. Tarea que proseguiría en el correr de los años en otras publicaciones norteamericanas.

Vuelta a España con su madre, quien está en trance de separación de su marido, y por medio de unos amigos que vivían en la misma pensión que Juan Ramón Jiménez, conoce al poeta, sucediendo tal encuentro en el verano de 1913.

El poeta se enamora de ella pero Zenobia lo rechaza influenciada por su madre a quien el galán no le gusta por considerarlo de poca categoría para su hija. El amor triunfa finalmente y dos años más tarde Zenobia y Juan Ramón se hacen novios, y juntos colaboran traduciendo a Rabindranath Yagore; según se dice ella traducía del inglés y él le daba forma literaria a la traducción aunque al parecer no siempre fue así ya que posteriormente hay una extensa labor de Zenobia con la obra del poeta hindú en la que Juan Ramón Jiménez, según se dice, no intervino para nada.

De nuevo ella en Norteamérica, Juan Ramón se reúne con Zenobia y el 2 de marzo de 1916, se convierten en marido y mujer en la iglesia católica de Saint Stephen, ceremonia a la que su padre no asiste por estar disconforme con tal boda, pero si la madre quien finalmente claudica ante las buenas prendas del poeta, y que vivirá con ellos en perfecta armonía hasta su fallecimiento.

La existencia de Zenobia se caracteriza por ser viajera y hallarse dedicada a su marido y a la literatura, sea como traductora sea como profesora; a lo largo de su existencia viajó incansablemente y el poeta fue con ella, por eso tan pronto la tenemos en Norteamérica como en España o en Latinoamérica, ya que una vez casada regresa a su país natal y se dedica, aparte de colaborar con su marido ayudándole en su obra, a otras actividades como la de traductora o el insólito comercio de abrir una tienda de arte popular español, también alquilará pisos que, decorados por ella realquilará a turistas, aparte es una activa feminista y una de las fundadoras de Enfermeras a domicilio, colaborando además con grupos como El ropero de santa Rita, La visita domiciliaria, El Comité Femenino de higiene Popular, fundó asimismo El Comité para concesión de becas a Mujeres españolas en el extranjero, fue miembro de la Asociación nacional de Mujeres de Acción Feminista y Social y colaboró con María de Maeztu en el Lyceum Club, primer club de mujeres fundado en España.

En 1931 se le detecta un tumor cancerigeno, pero ella desestima operarse.

Después, en 1936, viene el exilio, Nueva York, Puerto Rico, Cuba, en donde mal viven -y, sin embargo, desde allí colaboran en la medida que pueden participando en actos políticos a favor de la República Española-, luego viene Miami, Carolina del Norte, dando conferencias su marido, pero siguen adelante de forma precaria y además Juan Ramón enferma en una de sus muchas crisis depresivas. Posteriormente viajarán a Washington en cuya Universidad trabajarán ambos como profesores de Lengua y Literatura extranjeras. Otra vez viaje por Latinoamérica, Juan Ramón recae de nuevo y acaban en Puerto Rico en donde trabajarán en la docencia.

Estando allí, y cuando ya todo parecía alcanzar una estabilidad, a Zenobia se le reproduce el cáncer que despuntara en España. La operaciones impone y marchan a Boston en donde es operada a finales del 1951, siendo dada de alta en febrero del siguiente año. Luego se reincorpora a su trabajo en la Universidad y cuida de Juan Ramón, cada vez más enfermo.

En 1954 escribe Juan Ramón y yo.

El cáncer prosigue, pero ella se consagra a la obra de su marido y a ordenar y a colocar libros y objetos de Juan Ramón Jiménez en la sala que la Universidad de Puerto Rico, donde ahora residen, les había cedido y que pasará a denominarse Sala de Zenobia-Juan Ramón Jiménez.

Tres días antes de morir a Zenobia, agonizante ya, le dan la noticia de que su marido ha sido galardonado con el Premio Nobel y ella, que tanto había hecho para que se lo concedieran, es la encargada de comunicárselo al poeta. Más tarde le pedirá a su sobrino que cuide de él y el 28 de octubre fallece en la Clínica Mimieya de Santurce, Puerto Rico.

Juan Ramón Jiménez la sobrevivió dos años y en la actualidad los restos de ambos se encuentran en Moguer en el Cementerio de Jesús.

Zenobia Camprubí Aymar fue una mujer extraordinaria a la que se le puede aplicar por entero el dicho de que “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”, porque posiblemente la obra poética de Juan Ramón Jiménez no hubiera sido la misma sin la abnegada presencia, siempre en un voluntario segundo término, de su esposa.

Como fallecieron sin descendencia, hoy la portavoz y representante de la comunidad de herederos de Juan Ramón Jiménez, es Carmen Hernández Pinzón, sobrina nieta del poeta.


© 2006 Estrella Cardona Gamio

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