Edgar Allan Poe


Edgar A. Poe, nace el 19 de enero de 1809 en la ciudad de Boston de familia de origen irlandés, y con sólo 40 años de existencia, (muere el 7 de octubre de 1849 en el Washington College Hospital de Baltimore, en pleno ataque de delirium tremens, luego de haber sido recogido de las calles cuatro días antes), deja la impronta de su huella en el mundo de la literatura, aunque bien es verdad que su gloria y el reconocimiento universal, le llegan póstumamente cuando ya, al menos entre los vivos, no puede saborearlos.

La vida de Poe recuerda una novela de Charles Dickens. Nace de padres actores, el padre renuncia a una posición brillante, era de buena familia y abogado, dejándolo todo por el amor de Elisabeth Arnold actriz inglesa, y se une a la farándula sin poseer un especial talento histriónico. Falleciendo sus padres, muy jóvenes, de tuberculosis, y con el intervalo de escasos meses, el pequeño Edgar se encuentra solo, su hermano mayor es recogido por los abuelos maternos, su hermanita pequeña, retrasada mental, es adoptada por una familia escocesa, y él a su vez por el acaudalado Mr. Allan, de quien heredó el apellido.

Aquella parte de su vida, los años infantiles, es quizás la mejor, pues vive bien y no le falta de nada. Mas al crecer, todo cambia. Por deudas de juego se enfrenta con su padre adoptivo, y al no pagarlas éste, Edgar se enfada, marcha a Boston, vivía en Richmond, donde ve publicado un libro de versos, el primero, que no conoce ningún éxito, luego se va a Europa y en el viejo continente permanece por espacio de unos dos años. Regresa a casa. Mr. Allan ha enviudado y aunque se reconcilian, ya no es lo mismo. Poe ingresa en West-Point a instancias de su padre adoptivo quien al poco tiempo se vuelve a casar, señalando, este nuevo matrimonio el fin de una existencia desahogada para el joven Edgar, a quien su carácter rebelde le lleva a abandonar West-Point y a crearse problemas innecesarios mientras trabaja en periódicos y empieza a escribir cuentos ganando dos premios y la admiración de un caballero influyente, Mr. Kennedy, que le brinda su desinteresada ayuda.

Hubo tres constantes en la existencia de Edgar Allan Poe: escribir, buscar el amor y entregarse a la bebida.

Desde muy joven afirmó que la gloria era la sangre de la vida, y aunque entonces no era dado a revelar sus más íntimos pensamientos a nadie, ese tipo de confesiones se vuelcan mejor sobre el papel si uno es escritor, no dejó de ser ambicioso y soñador de éxitos sin otro resultado que una lista de proyectos que fueron naufragando uno tras otro sin remedio, el mas caro para él la fundación de una revista que, pese a numerosos intentos, nunca llegó a buen término. Bien es verdad que escribió para la prensa, ejerciendo incluso de crítico, que publicó sus famosos relatos y novelas cortas, sus poemas, siendo uno de ellos, EL CUERVO, y no precisamente el que Poe prefería, quien le valiera un fugaz reconocimiento a su talento entre los lectores, pero todo eso fue muy poco para un hombre que, mereciendo por su genio mejor destino, pasó hambre, frío y miseria vergonzante, teniendo que ser socorrido en numerosas ocasiones por la caridad de sus amigos.

En cuanto al amor, de todos es sabida su historia romántica con la casi niña Virginia, prima suya y esposa con quien contrajo matrimonio cuando la muchacha todavía no contaba 14 años, que acabó no como uno de sus cuentos más representativos, sino siendo ella misma la base de cuantos fueron escritos y en los que la muerte de la persona tiernamente amada se convierte en una perdida obsesiva, leit motiv que asimismo se trasluce en muchos de sus poemas, entre ellos, por ejemplo, ANNABEL LEE.

Falto del afecto materno, Poe deseaba ser amado por las mujeres, y si bien Virginia le amó, con su temprana muerte por tuberculosis, igual que la madre de Edgar, Poe se siente doblemente abandonado y sigue buscando, a tientas diríamos, otra mujer a quien amar y, sobre todo, que le ame con la ternura que él necesita. Tales mujeres aparecen, pero ninguna es Virginia, una nueva y amada esposa, y aunque le dan muestras de aprecio, todo al final se desvanece hundiéndole todavía más en la desesperación.

La bebida, o el alcoholismo, la tercera constante en su existencia, no nace, como él afirma en cartas a sus amigos y benefactores, de penas y quebrantos, ya que tiene un origen hereditario que en él culmina. Su afición al láudano, no hace sino complicar las cosas, y de Poe afirman quienes le trataron que "cuando bebía se transformaba hasta parecer un loco", y muchos de ellos temieron que padeciese lesiones cerebrales, sin entender que era el alcohol quien causaba semejantes estragos.

Una pregunta digna de hacerse es la de que ¿cómo hubiese escrito Edgar Allan Poe de no ser alcohólico? Porque, y aunque como escritor es excelente, lenguaje rico e imaginación desbordada, sus obras no dejan de estar tocadas en ocasiones, de un punto de incoherencia que las torna confusas y un tanto jeroglíficas, lo cual no significa, sin embargo, que ello les reste belleza y misteriosa seducción.

Del reducido entorno familiar de Poe, sólo le sobrevivió su tía materna María Clemm, madre de Virginia, una buena mujer que le quiso abnegadamente, siendo correspondida por su sobrino-yerno, y que le ayudó siempre, por más que sus condiciones económicas también fueran pésimas.
 

Edgar Allan Poe fue enterrado en Baltimore y la nota gótica se dio como rúbrica final en ese triste momento, cuando la losa sepulcral que iba a cubrir su tumba, se rompió mientras la cerraban.
 
 

© 2000 Estrella Cardona Gamio

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