Katherine Mansfield


Katherine Beauchamp -Mansfield era el apellido de su abuela materna-, nació en Wellington, Nueva Zelanda el 14 de octubre de 1888, hija de Harold Beauchamp y de Annie Burnell.

La familia estaba en buena posición ya que el padre era banquero y la pequeña creció en un ambiente culto, escribiendo a los nueve años su primera obra y a los catorce la envían a Inglaterra, al Queens College, a perfeccionar su educación. Esta independencia relativa le abre los ojos a muchas cosas, el ambiente literario y también vive la experiencia de sus primeros amores con una compañera de colegio.

En 1906, de regreso en Nueva Zelanda, estudia música, o, al menos lo intenta, ya que su padre puso cuantos obstáculos pudo para impedirle hacer la carrera de violonchelista.

En 1908 estudia en la Universidad Técnica de Wellington, mecanografía y contabilidad, pero Katherine languidece en su tierra natal y un amigo de la familia persuade a su padre para que la deje volver a Inglaterra, hacia donde ella partirá con una renta de 1000 libras al año –lo que le permitirá dedicarse a escribir-, no regresando nunca más a Nueva Zelanda, cuyo ambiente provinciano detesta.

En 1909 contrae matrimonio por primera vez con un tal George.C.Bowden, y la convivencia con su marido dura dos días. Matrimonio tapadera ya que Katherine estaba embarazada de otro, el violinista Garrett Trowell. Entonces se dedica a viajar y en Baviera sufre un aborto, perdiéndose la criatura que esperaba.

En 1910, vuelta a Londres, la joven escritora contrae una enfermedad de trasmisión sexual que será el principio del fin de su salud.

En 1911 publica En una pensión alemana, inspirada en sus recuerdos de estancia en ese país.

Lleva una intensa vida social frecuentando los cenáculos literarios de moda, pero se aburre en ellos, sin embargo es en este año cuando conoce al que se convertirá en su segundo marido, el crítico John Middleton Murry, con el que sostiene al principio una unión libre, y que la introduce en los medios de prensa desde donde Katherine comienza a difundir sus relatos, aunque no sea la primera vez que escriba en este medio.

Vive la Gran Guerra, en la que pierde a un hermano muy querido, Leslie, escribe El preludio, y en 1918, conseguido el divorcio, se casa con John Middleton Murry, y una revisión médica descubre que está tuberculosa.

Cinco años después fallecerá de una hemorragia pulmonar en el Instituto Gurdjieff para el Desarrollo Armonioso, al lado de Fontainebleu, donde había ido en busca de la salud perdida, pero antes tuvo tiempo de viajar viviendo entre Suiza y Francia, de escribir mucho, de frecuentar el trato de colegas como D.H. Lawrence entre otros igualmente ilustres, así como también de enfrentarse a la para ella insólita situación de esposa engañada.

En 1920, Bliss la consagra como una excelente escritora, y en 1922 Fiesta en el jardín, no hará más que aumentar su bien merecida fama de autora dotada de una gran sensibilidad, fiel “discípula” de Antón Chejov -en cuya obra la introdujo el traductor y periodista polaco Floryan Wyspiansky, y de la que se convirtió en fiel admiradora-, con quien, (Chejov), la une más de un vínculo asombroso, por ejemplo: que ambos murieron tuberculosos y que los dos poseían esa rara cualidad para captar el alma humana, sus miserias y tristezas, su punzante melancolía, y los pequeños detalles que conforman la vida, traduciéndolos en grandes obras con muy pocas palabras y escasas páginas.

Se ha dicho en más de una ocasión que si Katherine Mansfield hubiera vivido una larga existencia, posiblemente habría llegado a escribir novelas, pero quienes afirman eso se equivocan porque los relatos cortos de Mansfield son, como los de Chejov, novelas condensadas en donde un gesto, una mirada, sugiriéndola apenas, pueden constituir toda una existencia.

En vida de Katherine sólo vio ésta publicados tres volúmenes con sus cuentos, el resto de su obra, junto con diarios personales, poemas y cartas, serían supervisados posteriormente por su marido quien, aparte de crítico, era también escritor.

Katherine Mansfield falleció el 9 de enero de 1923 a los 34 años, una vida breve como las historias que relataba en sus cuentos, pero intensa y cuya trascendencia en el mundo de las letras ha dejado impresa una profunda e inolvidable huella de buen hacer literario, recomendable estudio para cuantos pretendan iniciarse en el camino del relato corto, pero, ¡cuidado!, no se trata de copiar sino de aprender, como ella hizo con el maestro Chejov.

   

© 2002 Estrella Cardona Gamio

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