EL CASO DE LAS HADAS Y ARTHUR CONAN DOYLE
(UNA LEYENDA MODERNA)

por Estrella Cardona Gamio

Este podría ser el título de una novela, que, escrita por el inefable doctor Watson, le hubiera ocasionado a Sherlock Holmes una exhaustiva investigación de apasionante desenlace; la pregunta es, ¿lo habría permitido Conan Doyle? Mucho me temo que nunca lo sabremos.

La historia, sorprendente, pero real al menos en lo que concierne a sus protagonistas, tuvo lugar en el verano de 1918 en Inglaterra, en la región de Yorkshire en un pueblo llamado Cottingley, siendo sus principales heroínas dos primitas, las niñas Elsie Wright y Frances Griffith, quienes, una tarde del mes de julio, con la cámara fotográfica del padre de la primera, fotografiaron hadas en el jardín de su casa.

De este hecho asombroso se hizo eco el cine hace pocos años, con un par de películas, muy bien realizadas por cierto, en las cuales se pretendía reflejar el caso echándole aún más imaginación de la que ya arrastraba, ahora bien, ¿qué es lo que sucedió en realidad?

Cuando se revelaron las fotos que habían hecho las niñas aparecieron en el jardín y entre las flores, unos personajes diminutos y alados cuyas características correspondían a las llamadas hadas para estupor de propios y extraños. Suceso que levantó tanta expectación que se involucraron en el sociedades teosóficas, espiritistas y hasta el mismísimo padre de Sherlock Holmes.

¿Hubo hadas, no hubo hadas, fue todo un fraude?

Analicemos la cuestión como hubiera hecho el famoso detective... empezando por el principio, naturalmente.

Fue el padre de Elsie Wright quien aquella misma noche reveló las fotos, descubriendo sorprendido, algunas manchas blancas en una de ellas, concretamente en la que salía su sobrina Frances, lo comentó con su hija y esta repuso que “esas manchas, eran sus amigas las hadas”, obviamente el padre no tomó en consideración la ocurrencia, pero días más tarde, las niñas volvieron a hacer fotos apareciendo en una de ellas la consabida mancha blanquecina, en esa ocasión junto a Elsie, y esta vez, “aquello” parecía ser un duende.

Huelga puntualizar que las fotos se clarificaron para poder discernir mejor que se ocultaba en las manchas, y entonces se contempló, sin ningún género de dudas, lo que era.

Momento crucial en el caso, ¿fue todo una invención de las niñas, una broma infantil escenificada hasta sus últimas consecuencias?, porque las entidades fantásticas que allí se mostraban -y nos extraña mucho que nadie, en un primer momento, no se diera cuenta, ya que hemos visto esas fotos-, ofrecían el aspecto de recortables suspendidos en el aire, y el duende, o gnomo, el de un muñequito fantasmagórico.

Hubo muchas más fotos en una segunda sesión y según se dice, los padres de las niñas buscaron en sus habitaciones por si encontraban recortes, o muñecos, que avalasen la aparición de las hadas y duendes, pero, continúa la leyenda, no encontraron nada que incriminase a Elsie y Frances.

Dado lo incomprensible del asunto, los padres decidieron archivar el caso y olvidarse de el, tal es la versión oficial que ha llegado hasta nosotros, mas, ¿sucedió así tal como nos lo cuentan? ¿No es muy curioso que la madre de Elsie, Polly Wright, siendo una gran aficionada al esoterismo, un año después asistiera a una reunión en la Sociedad Teosófica de Bradford en la cual “precisamente” se ponía en discusión la existencia real de las hadas?

Sabemos perfectamente que las Islas Británicas -que engloban Irlanda, el país de Gales, y Escocia-, son uno de los “países en donde vivieron las hadas”, y que las hadas, allí, resultan muy populares, por tanto, debatir el tema no es nada anormal, ni siquiera en una sociedad teosófica, lo casual del hecho es que la madre de Elsie fuese simpatizante del ocultismo, lo que nos fuerza a otra consideración, totalmente hipotética, por supuesto, ¿constituyó un montaje premeditado por los padres, el de las fotografías, montaje en el que las niñas no fueron sino meros títeres manipulados a mayor gloria de las hadas, como personajes feéricos que convenía revalorizar?

Al llegar a este momento, entra un nuevo personaje en escena: Edward Gardner, relevante miembro de la comunidad teosófica, que estudia las fotos y las lleva al fotógrafo Fred Barlow, para que éste las supervise a ver si han sido trucadas o son auténticas –estamos hablando ahora de manejos de laboratorio-, el fotógrafo las da por buenas y se hacen nuevas copias mucho más profesionales que las convierten en la noticia del día, haciendo que adeptos y profanos se entusiasmen con lo que puede ser el bombazo del siglo.

No obstante existen detractores, entre los que, desde luego no se halla Arthur Conan Doyle, el famoso escritor de novelas policíacas y creador del mítico Sherlock Holmes, personaje que se escapó de la ficción para asumir una corporeidad tan indiscutible que muchos creen que Conan Doyle es sólo su biógrafo.

Sir Arthur, como buen novelista, y, además, espiritista convencido, se desvinculó de su lógica criatura, y, dejándose arrebatar por una historia fantástica vistas las fotos –aunque en un principio tuviera sus dudas, todo hay que reconocerlo-, escribió un artículo en el Strand Magazine hablando del acontecimiento; su indudable respetabilidad hizo el resto y comenzó el delirio organizado y sin cortapisas.

¿Qué hubiese dicho Sherlock Holmes?

Los grandes detractores fueron el especialista en investigaciones psíquicas sir Oliver Lodge, tan respetable y honesto como el propio Conan Doyle, que rebatía la aceptación general, considerándolas trucadas, y la casa Kodak, que afirmó que los negativos habían sido manipulados.

Todo esto viene a colación de una última tanda de fotografías que hicieron Elsie y Frances en el verano de 1920 por indicación de Edward Gardner, quien les dio a las dos niñas una cámara especial para que intentaran fotografiar de nuevo a las hadas; esta cámara había sido previamente “trabajada” con objeto de detectar cualquier tipo de fraude intencionado.

Pero las hadas volvieron a aparecer y otra vez fueron noticia en el Strand Magazine, pese a las controversias desatadas.

Oliver Lodge insistió nuevamente en que no creía en su autenticidad, pero una gran mayoría las dio por legítimas, y aunque por aquellas fechas, circunstancia que se descubrió años más tarde, Elsie estaba empleada en un estudio fotográfico, en el departamento de falsificaciones por encargo, la leyenda de las “fotos de las hadas”, tomó carta de naturaleza convirtiéndose en un hito al que hacer referencia.

El tiempo transcurrió, y, como en una novela policíaca del mejor estilo, la historia de las hadas fotografiadas durmió durante muchos años, hasta que en entre 1971-76, BBC-Televisión le hizo una entrevista a Elsie en la que ella declaró que las fotos eran auténticas.

Sin embargo, en 1978, el escritor Fred Getting dijo haber descubierto en El libro de regalo de la princesa María, con fecha de publicación en 1915, unos dibujos de hadas que recordaban demasiado a las puestas en entredicho en las fotografías de las dos primas.

Y al comienzo de la década de los 80, El Periódico Británico de Fotografía, difundió un artículo firmado por Joe Cooper, en el cual se revelaba que ellas confesaron por fin, que algunas de las fotos eran un fraude, aunque luego ambas ancianas se desdijeran.

Entre dimes y diretes hemos llegado al siglo XXI y lo único que nos queda de tan enredado asunto es que se hicieron unas fotos en las que se aseguraba que las hadas habían sido fotografiadas, que esto se puso en tela de juicio, que tuvo partidarios y enemigos, y que ya al final de sus vidas, tanto Elsie como Frances fueron categóricas al declarar que ellas habían visto hadas en el jardín de la primera. ¿Las vieron realmente?

¡Elemental, querido Watson!, hubiera dicho Holmes de haber investigado el caso, pero, ¿en que sentido?


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