Fragmento del capítulo 3 LAS HADAS DEL BOSQUE de LOS VIAJES DE PETRUSKY de Estrella Cardona Gamio

A mis espaldas un gracioso duendecillo de nariz chata y carita llena de pecas, me observaba sentado en el borde del cáliz de una flor nocturna. Vestía de color verde musgo cubriendo su cabecita con la cáscara de una bellota, que le servía de sombrero. Su aspecto resultaba de lo más cómico.

-¿Conoces a Falena? –repitió con impertinencia.

-Sí... Hace algún tiempo hice un viaje al País del Otro Mundo y me encontré con ella.

-¿Cómo está?

-Bien, pero muy triste porque se siente sola.

El duendecillo tuvo un gesto de desaliento.

-Era de imaginar, y me duele, de veras... Nosotros aquí, ella allá... Oye, cambiando de tema, ¿tú que haces aquí a estas horas de la noche? No parece ser este tu medio natural.

-Todo tiene una explicación, estoy aquí porque tengo que darle un recado a cierto gato negro que conozco, no lo habrás visto por casualidad?

El duendecillo puso cara de susto y miró con aprensión en torno suyo.

-¡Lagarto, lagarto, un gato, dices, y negro por añadidura! ¿No sabías que ese es el típico gato de los brujos?... ¿Qué si la he visto?, te garantizo que si la veo salgo corriendo o me vuelvo invisible... ¿Y tú eres amigo de un gato negro?; muy despistado debes de andar al hacer semejantes amistades.

Yo me quedé de una pieza al escucharle y los más oscuros presentimientos me invadieron. El robo de la estrella de la varita mágica, la granja que no era tal sino una ruinosa y siniestra casucha. ¿En qué lío nos habíamos metido Lilí y yo? ¿Quién era Negri en realidad?

-Oye, ¿qué recado le querías dar a ese gato negro migo tuyo?

-No es amigo mío exactamente –me apresuré a negar-, es amigo de la gatita Lilí.

-Quien es a su vez amiga tuya, ¿no? Sigo pensando que frecuentas unos círculos muy extraños... A propósito de nombres, me llamo Ruky.

-Y yo Petrusky... Como te iba diciendo, le busco porque... –me interrumpí bruscamente, ¿convenía revelar la verdad entera?- Bueno, el caso es que me he extraviado y no le encentro y estoy aquí gracias a que el murciélago Golfi me ha indicado que sólo las hadas podrían ayudarme a encontrar el camino. Me dijo que ellas se suelen reunir aquí para bailar al claro de luna.

-¡Ah!, Golfi, sí, un buen chico, somos muy amiguetes, y no te ha mentido Petrusky, sólo que esta noche y lamentablemente supongo que muchos plenilunios más, si no se remedia la situación, las queridas hadas no van a festejar con sus danzas la luna llena.

-¿Qué les sucede?

Pareció que Ruky iba a hacer pucheritos al responderme.

-A la Reina de las Hadas le han robado la estrella de su varita mágica y mientras no se encuentre, el reino peligra ya que puede caer en las manos de algún mago desalmado.

Me estremecí con sólo pensarlo.

-¿La ha robado un brujo?

-No lo sabemos todavía, pero es de lo más probable. Las hadas solamente se ocupan de hacer el bien y eso no les agrada a las fuerzas del mal.

Dije con sinceridad.

-Me gustaría ayudar.

-Gracias, sin embargo no es fácil. De todas maneras te conseguiré un encuentro con las hadas, sígueme.

Ruky saltó de la flor y convirtiéndose en una bolita de luz, me precedió por la maleza internándose entre los árboles. A nuestro paso podíamos escuchar murmullos y como el rumor de palabras sueltas, ininteligibles, alguna risita contenida y en varias ocasiones, me pareció percibir incluso el suave aleteo de unas alas transparentes. Por fin arribamos al punto en el que cierto arroyuelo plateado se deslizaba en medio de un bosquecillo en el cual proliferaban los avellanos y los espinos. En el aire flotaba la fragancia, para mí inolvidable, mitad dondiego de noche y mitad a tierra mojada por la lluvia, y no me cupo la menor duda: estaba en territorio de las hadas.

Ruky dejó de ser esfera de luz para convertirse nuevamente en duendecillo. Dio tres palmaditas con sus diminutas manos y en el instante la oscuridad de la noche sufrió una transformación. No sé encendieron las luciérnagas, brotaron las hadas como multitud de flores luminosas, transparentes, bellísimas y encantadoras. Y aunque yo ya tenía experiencia al haber conocido a Falena, no dejé de maravillarme otra vez, al contemplarlas; la única diferencia es que ninguna de ellas era azul. Las había suavemente doradas, verdosas, blancas, de color de rosa, de mandarina, de melocotón, de ciruela, fresa, bruma, amanecer, crepúsculo, todas con sus alas de libélula y los cabellos flotantes, todas con su varita mágica, todas deliciosas e irreales, frágiles como el cristal, inconsistentes como un suspiro, pero todas, también, muy tristes.

Ruky sonrió mostrándomelas con amplio ademán y al sonreír parecía un conejito enseñando los dientecillos.

-Es el periquito Petrusky, buscaba un gato negro y se ha perdido en el bosque... Solicita vuestra ayuda.  

Yo balbuceé emocionado:

-Soy amigo de Falena.

Todas las hadas se alborotaron.

-¡La buena de Falena!

-¿Cómo está?

-¿Nos echa de menos?

-¿Te ha dado algún mensaje para nosotras?

-¿Dónde la viste?

-Calma, señoras, calma... El hada Falena está muy bien y os envía sus saludos, pero os añora terriblemente.

Un hada de color albaricoque -¡cuánta variedad!-, se deslizó flotante hasta llegar a mi lado.

-Soy el Hada de los Citisos y una de mis obligaciones es la de velar por los caminantes extraviados, todas queremos a Falena y eso nos vuelve impacientes y olvidadizas respecto a las necesidades de un visitante inesperado como tú. Ruky acaba de decir que buscabas a un gato y te has perdido en el bosque. ¿Puedo yo preguntar ahora como un periquito busca a un gato, cuando sois especies no precisamente amigas?

-Y no lo somos al menos con ese en especial, se llama Negri y es amiguito de Lilí, la gata de mi casa, pero lo busco porque es muy importante el encontrarle, pues de él depende... –miré de soslayo alrededor nuestro- ¿Me garantizáis que si hablo con toda libertad, nadie que no seáis vosotras, me escuchará?

Las hadas se agruparon en torno mío apretadamente formando piña, era como si se reuniesen para cuchichear entre ellas. Ruky se filtró como pudo hasta colocarse enfrente de mí, lleno de curiosidad y tomó asiento sobre una piedrecita jaspeada.

-Habla con entera confianza –dijo amablemente el Hada de los Citisos-, en este momento nadie nos ve ni nos puede oír, todos, incluyéndote a ti, somos invisible ahora.

Yo me sentí muy contento.

-¡Caray, que alivio!... Bueno, perdonad mi lenguaje, a veces soy un poco ordinario. En fin, se trata de lo siguiente.

Y en dos palabras –fueron más de dos, claro-, relaté la historia, que no voy a repetir porque ya la conocéis de sobra si a este punto habéis llegado.

Las hadas se quedaron, ¡faltaría más!, boquiabiertos del asombro y luego todas se pusieron a hablar a la vez muy excitadas, hasta que una de ellas, transparente y luminosa como el lucero de la mañana, les impuso silencio con autoridad, pero dulcemente.

-No arméis tanto alboroto, por favor. Lo que acaba de contarnos el periquito azul Petrusky, es vital para nuestra supervivencia como entidades mágicas, ya que de la estrella del cetro de nuestra reina, depende el que sigamos en el Mundo Real ayudando a los mortales... Petrusky, soy Sirinx, el hada encargada de proteger a los animalitos de poca alzada, o sea, que, este asunto, si estáis Lilí, Negri y tú metidos, es de mi competencia... Y por lo que cuentas advierto como las piezas van encajando... Farfor ha venido esta noche a pedirnos ayuda, después llegas tú y nos cuentas como Negri encontró lo que los tres creíais una estrella y ha resultado ser la de la varita de virtudes de nuestra soberana. Los indicios son claros y no existe la menor duda, entonces... Los enanos del subsuelo y algunos elfos ya nos alertaron de la presencia de extraños, por ejemplo, de una gigantesca urraca que merodeaba por ahí hace unos días, y también se nos habló de...

Ruky interrumpió chillando excitadísimo:

-¡Tenemos que hacer algo, vayamos a buscar a Negri!

Sirinx lo miró con severidad.

-Ten la bondad de no interrumpir, Ruky, antes de ponernos a buscara Negri atolondradamente, debemos contárselo todo a la Reina de las Hadas; ella es la única que puede decidir en este asunto, y lo que ella diga haremos... Ven Petrusky.

Volé a su manecita que titilaba como las estrellas y en un abrir y cerrar de ojos me encontré flotando bajo la luz de la luna llena, envuelto en el resplandor encantado de las hadas del bosque.

 


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