Michael Ende
por Estrella Cardona Gamio


Michael Andreas Helmuth Ende, vino a este mundo el 12 de noviembre de 1929 en Garmisch-Pertenkirchen, Baviera, siendo sus padres el pintor surrealista Edgar Ende y su madre, Luisa Bartholomä, una pequeña comerciante; Ende no tuvo hermanos ya que su parto resultó dificultoso y es de suponer que consecuencias derivadas del mismo lo impidieran.

Los primeros años de Michael Ende fueron muy felices, desarrollándose en un ambiente de bohemia artística que se vio prontamente truncada cuando a su padre las autoridades le enviaron sin paliativos al frente, castigándole así por un tipo de arte que ellos consideraban “degenerado”.

Los tiempos que siguieron no fueron precisamente fáciles –lo que influyó de manera indudable durante su infancia convirtiéndole en un mal estudiante-, pero el muchacho no debió perder la fe en la vida, ya que, a los catorce años se inicia en la literatura con poemas y pequeños relatos, no obstante, en sus proyectos no entraba el de ser novelista, ya que pretendía convertirse en dramaturgo, mas eso tuvo aún que esperar; el imperativo bélico creó su paréntesis obligando a Ende a enrolarse, cosa que él no hizo, fugándose; luego ingresaría en la organización antinazi Frente Libre de Bavaria.

Más tarde, en 1948, entraría en la escuela de arte dramático del teatro de Cámara de Munich. Ende empezó a trabajar como actor, luego crítico y finalmente a lo que había ido, de dramaturgo; lo cual duró, entre unas cosas y otras, diez años.

Sin embargo, el mundo de los cuentos infantiles, universo impensado dentro de sus proyectos, entró en su vida inesperadamente de la mano de un amigo, el día que éste le pidió unas páginas escritas para un libro ilustrado y ahí empezó todo. Así nacieron Jim Bottom y Lucas el maquinista y posteriormente Jim Bottom y los trece salvajes, en los que intervino como dibujante.

En un principio, como es normal, ningún editor le hizo caso, hasta que finalmente pudo conseguirlo, logrando estos dos cuentos los Premios del Libro Juvenil alemán en 1961.

Ya autor de éxito, Michael Ende obtiene de nuevo, en 1974, el preciado galardón por Momo, maravilloso cuento en el que una niña, Momo, se enfrenta en desigual lucha contra los ladrones del tiempo. El libro tuvo tan excelente acogida que, aparte de verse llevado al cine, se hizo con él una ópera con libreto de Ende y música del compositor Mark Lothar.

Ahora bien, la consagración mundial le vendría con La historia interminable, un relato delicioso y de gran profundidad filosófica, en el que la Emperatriz infantil, lo más parecido a un hada, ve su mundo en peligro, siendo salvada por Bastián, un niño gordo y acomplejado que se ve convertido en héroe a la fuerza, y cuyo personaje se inspiró en un amigo de la infancia del autor, muerto a temprana edad, Willie, de parecidas características físicas.

La obra de Michael Ende es muy extensa y en toda ella  alienta el deseo, conseguido plenamente, de crítica y denuncia social, ya que él no escribió solamente cuentos para niños, sino que a través de ellos pretendió educar a los hombres del futuro con sus historias, por ello su lectura es altamente recomendable.

Su vida privada, al margen de la literatura, es muy sencilla, viajó bastante, residiendo durante años en Italia, sostuvo un pleito, que lamentablemente perdió, con la productora de la película basada en La historia interminable, un auténtico bodrio que destrozó el cuento original con gran disgusto por parte de su autor; se casó tardíamente, a los 35 años, en Roma, con una compatriota suya, la cantante Ingeborg Hoffmann, de la que enviudaría en 1985; no tuvieron hijos.

Ya adulto, pasó por el trance del divorcio de sus padres, ocupándose él de su madre hasta que ésta falleció.

(A causa de esta separación, el escritor se distanció de su progenitor, pero luego se reconciliarían ya que Michael Ende y su padre siempre se profesaron un gran afecto).

Querido por todos y merecidamente honrado por su labor con numerosos premios, dejó de existir a los 65 años después de luchar durante largo tiempo contra un cáncer, que finalmente se le localizó en el estómago.

El óbito tuvo lugar en Stuttgart, el 28 de agosto de 1995.

Michael Ende es uno de los pocos autores de libros infantiles, cuyo retrato, el bondadoso caballero de barba y cabellos grises, de sonrientes ojos tras las gafas, da la perfecta imagen de un escritor de cuentos para niños, cuentos en los que no abundan las hadas -en El secreto de Lena sale una-, ni tampoco los brujos o brujitos, tan al uso en estos días, pero cuyos argumentos no cesan de encantar a las nuevas generaciones ni de seguir deleitando a las anteriores.

© C. Cardona Gamio Ediciones 2003


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